Temprano en la vida uno descubre que la aventura del conocimiento nos presenta más preguntas que respuestas y llegando a ser muchas de ellas preguntas de vida que determinan nuestra existencia y sentido. 
Encontrar la respuesta se convierte entonces en más que un quehacer cognitivo, llegando a ser, para muchos, su propósitos y misión. Para encontrar tales respuestas el ser humano hace ciencia (del latín scientia, de scire, ‘conocer’), podríamos definirla en su sentido mas amplio como un conjunto de conocimientos sistematizados en cualquier campo, los cuales son obtenidos a través de los sentidos y sistematizados por medio de la razón. Conocimientos que son el resultado de la aplicación de un conjunto de procedimientos racionales y críticos a los que conocemos como el Método Científico.
El objetivo final de la ciencia es el conocimiento de la verdad. Y si bien la verdad es un concepto absoluto, nuestra compresión de la misma es relativa y temporal. Relativa puesto que no podremos llegar a tener un conocimiento total de ella y temporal porque se encuentra limitada por nuestra temporalidad. 
El que no podamos tener una comprensión total y acabada de la verdad no significa que esta no exista, como muchos han llegado a pensar, sino mas bien es una evidencia de nuestra finita cognición y esto debe hacer que nuestro quehacer científico este permeado por la humildad de lo finito frente a lo eterno. 
Aun cuando nuestro conocimiento de la verdad sea tan limitado, tenemos evidencias claras de su perfección que nos motivan a continuar día a día nuestra búsqueda, la búsqueda de la humanidad. De eso se trata el hacer ciencia, mientras buscamos las respuestas aprendemos a hacernos las preguntar correctas que nos acercan poco a poco a esa verdad superior y eterna. 

 “Yo soy el camino, la verdad y la vida…” San Juan 14:6

Miguel A. Victoriano G.